Leyendo al Dr. Marshal B. Rosenberg, fundador y director pedagógico del Centro de Comunicación No Violenta, descubrí su peculiar perspectiva sobre el poder que la rabia juega en nuestra vida y nos reta abandonarla idea de que la rabia tiene que reprimirse.

Si nos ponemos las gafas con las que Rosenberg interpreta la rabia, por el contrario a la idea general que abunda en nuestra cultura, la rabia es un regalo que nos impulsa a conectar con las necesidades insatisfechas que disparan esa reacción.

Rosenberg saca a la luz las falsas ideas comunes sobre la rabia y afirma que la rabia es producto del pensamiento, de las interpretaciones, de los juicios que hacemos sobre las realidades que nos acontecen.

En lo que respecta a la gestión de la rabia, nos enseña a utilizarla «como una alarma que nos avisa de que no sólo estamos pensando de una manera que no nos ayuda a satisfacer nuestras necesidades, sino que además hará que el malestar y los conflictos aumenten.»

Desde mi experiencia en la clínica, comparto e insisto en el peligro de considerar que la rabia es algo malo, que se ha de reprimir, en lugar de ocuparnos de ella. Esa represión y negación de la rabia nos condice de nuevo a expresarla de manera peligrosa para nosotros y para los demás…

Siguiendo a Rosenberg: «lo que nos interesa cuando sentimos rabia o vemos a alguien poseído por la rabia es usar la rabia para ayudarnos a identificar necesidades que no están satisfechas y que son el origen de esta emoción.»

Una propuesta:

Siguiendo esta mirada sobre la rabia os propongo  que la próxima vez que os sintáis enfadados deciros a vosotros mismos: «Estoy enfadado porque me digo a mi mismo que… «Y luego buscamos ese pensamiento que está rondando nuestra cabeza y que es la causa de la rabia.

Un abrazo,

Isabel Cano